El iceberg más grande todo el mundo se está derritiendo, al ser erosionado por el agua cálida y el viento, haciendo inminente su desaparición.
Un barco de la empresa de expediciones Eyos llegó el domingo a la masa de hielo A23a y descubrió enormes cuevas y arcos en sus paredes heladas.
El aire cálido y el agua de la superficie están reduciendo el tamaño del iceberg, que se aleja lentamente del «continente blanco», como se conoce a la Antártida.
El A23a se separó de la costa antártica en 1986, pero no ha sido hasta hace poco que ha iniciado una gran migración.
Durante más de 30 años ha permanecido anclado en el fondo del mar de Weddell, como una «isla de hielo» estática, de unos 4.000 km2 de superficie.
La enorme masa de hielo se encuentra en este momento a la deriva en la Corriente Circumpolar Antártica, la gran corriente de agua que rodea el continente en el sentido de las agujas del reloj.
Esta corriente, junto con los vientos dominantes del oeste, empujan al A23a en dirección a las islas Orcadas del Sur, situadas a unos 600 km al noreste del extremo de la península antártica.
El iceberg se encuentra en el camino de lo que los científicos denominan «el callejón de los icebergs», la principal ruta de salida de hielo del continente.
La interacción de vientos, frentes oceánicos y remolinos determinará el rumbo preciso en las próximas semanas, pero muchos de estos gigantescos icebergs, de punta plana o tabular, acaban pasando por el territorio británico de ultramar de Georgia del Sur.
El destino del A23a es fragmentarse y marchitarse hasta desaparecer.
Su legado se ve en la vida oceánica que siembran al dejar caer nutrientes minerales arrastrados. Desde el plancton hasta las grandes ballenas, todos se benefician del efecto fertilizante del deshielo de los icebergs.